POEMAS DE IRENE MARKS
“Al rato de nacer se hicieron uno con el ritmo de la
tierra, creciendo al tiempo del aguaribay, al compás
lento del sauce grande, aquel sauce que acariciaba
con sus brazos ramas la orilla del río ancho.Sus
oídos estaban abiertos a escuchar los secretos de la
naturaleza. Los grandes secretos eran arrancados al
viento por los árboles, y éstos se los daban al agua”
Pablo Solís
NEGRA DIOSA BLANCA
Hoy hubiera sido un buen día para hablar con Diosa Blanca.
Pero el horizonte se crea también con los propios huesos
apilados hasta el último montículo de la flota naciente.
La Diosa Blanca emite sus señales – son pequeñas y queman
en los ojos de los amantes de la soledad-
La Diosa Blanca canta desde lámparas arrojadas al mar por
peligrosas- la lluvia roja suena con mensajes de guerra en los timbales del corazón.
La Blanca Diosa ha de llamar con piel de medianoche, ha de
tocar el centro de la furia con suavísima boca de endecha
derretida en milagros.
La Diosa Blanca es mulata de barro, semilla derramada sobre
tierra que llama su calor de vasija- la Negra Diosa Blanca
pulsa los ojos de los gatos, cubre su lisa piel con la caricia de los
tigres, pero sueña
con trovador de viento
con el que abre la puerta de una lengua perdida
en música de estrellas.
Ráfagas azotan las murallas de piedra.
La Diosa Blanca quita los barrotes que separan el día de la
noche.
Entonces la ventana deja pasar los largos cabellos negros del
trovador maléfico y hermoso, encantador de lunas, rey de
piratería que conduce la fragata del viento, camino deshojado
en las horas del Sol, tierra tras tierra en las alforjas de camellos
que conducen la estéril caravana de parias, los que añoran la
luz de Diosa Blanca
cuando ella
fundida con el Sol,
hacía brillar el centro del círculo de piedras
en imanes blanquísimos
Y danzaba la tribu
invocando su nombre:
Blanca Diosa hecha mano de Sol – llena de pieles,
vegetal en la savia, Diosa Verde,
Diosa Roja en el túmulo de cada sacrificio,
marrón entre los últimos resplandores de otoño.
La Diosa Blanca es Oro que se filtra
desde las altas ramas de los bosques
Y sonríe, misterio que se vuelca, fuerza viva
que enciende
la carne de los hombres.
VISIONES EN EL VALLE DEL SILENCIO
Escribo una carta donde comienza el sur.
Ya no regresaré. Es medianoche.
Por eso anoto aquí las primeras señales del camino.
Había un pino y un álamo y una senda muy blanca contra el verde.
Después llegó el rostro marrón y enjoyado del toro.
Había burbujas en su curtida superficie brillosa
y un anillo
para pasar al otro lado.
Ah no tengas miedo ahora que ya no se regresa.
Estalla el rosado violento contra azul de meteoros,
y pájaros geométricos sobre muy blancos árboles
y arcos de luna extendidos en horizontes índigo.
Oh violento es el azul como una llamarada que asoma
tras los troncos que crepitan
Este es otro Universo donde los pájaros cambian nuevamente de
formas,
ahora son blancos con las alas moteadas de las mariposas,
y sus cuerpos rosa furioso.
Oh, extínguete en la luz:
Cuando cierras los ojos ya no hay sombra
sino haces amarillos
que se tornan difusos.
Y el Sol ha entrado en ti hasta el último sueño.
No hay regreso
después de atravesar el Mar de Pasto.
ONGAMIRA: PALABRAS DE LA ROCA
Las palabras de la roca son
LEVA MANJÁ
Y hay una apertura triangular
y allí penetra el río
y se entra en la cueva:
se ve llegar la sombra que conduce la barca
y allí arrojan las blanquísimas flores
para la travesía:
LEVA MANJÁ
Soy el barquero y la sombra, penetro, estalla la luz-
Arcos Cegantes – La otra zona es una montaña de grandes
dedos de Sol por detrás de la cueva
LEVA MANJÁ
Y tuve que partir cuando estallaba la luz – trozos de luz sólida
como dedos del cielo.
Por detrás de la cueva, por el río se llega a la zona de los Colosos
y los Templos Inconmensurables, donde el aire
canta con sonido de estrellas aún al mediodía.
ONGAMIRA II
Sobre la roca edifiqué mi casa
Y era en tiempos de tribu.
(las palabras son llaves para abrir una puerta– mi casa aún está allí.)
Esto te digo – todo sigue en el fondo de la oscura montaña,
detrás de siete puertas que apenas se deslizan
Donde el Sol no está muerto,
vela la roca el Valle de los Altos Colosos
– cuando el silencio canta en Ongamira.
Concurrió al taller de Simón Kargieman durante los años 1981-1988.
Formó parte del grupo El Cañón Oxidado, junto con Carlos Giovanola, Horacio Laitano, Eduardo Birabén, Hugo Toscadaray y Zulma de Marco.
Bienvenida Irene, muy feliz de hospedarte en este nubario que, aunque virtual, ofrece una casa para el poeta y su obra. Son tus poemas un homenaje a la Diosa Blanca, felicitaciones
ResponderEliminarun gran abrazo
Eli
Hola, Irene: un hallazgo estos poemas tuyos, gracias a tu pluma y al "ojo poetico" de la querida Elisa que los descubro.
ResponderEliminarPoemas del viaje y poemas de la Casa, Yo poetico que refleja su paisaje interior en el camino, la montaña y la piedra.
Si es por elegir algunos, me quedo con los dedicados a Ongamiral, y, si no te parece mal, los comparto en listas, para otros lectores.
Un abrazo
Alejandro
Querida Elisa, he quedado deslumbrada con tu blog de pintura, poesía y música. Es un gran honor para mí que me hayas publicado.También me han gustado mucho los poemas de Dualidad del Silencio. Paso a comentarlos en esa sección.Un beso grande Irene Marks
ResponderEliminarBuenísimo Irene encontrarte en el sitio de la amiga Elisa, un gusto siempre leerte.
ResponderEliminarUn abrazo Gus...